Editorial: Consagración a la Cirugía

Consecration* to Surgery

JOSÉ FÉLIX PATIÑO RESTREPO MD, FACS (Hon), MACC (Hon)**

La cirugía es una actividad en busca del bien y gobernada por la razón: es una actividad intelectual con un profundo compromiso moral.

La cirugía combina conocimiento con acción. Como actividad intelectual, la cirugía se refiere también a la inteligencia, y “la inteligencia humana no está tanto en función del número de conceptos que podamos analizar, sino más bien de la coherencia de nuestros conceptos”1.

La coherencia de los conceptos permite la toma racional de decisiones ante la incertidumbre que constantemente acompaña al diagnóstico y al tratamiento en el paciente quirúrgico.

La acción, o sea, la intervención operatoria, que no es sino la aplicación racional del conocimiento, se fundamenta en destreza y es de tipo instrumental y, cada vez más, tecnología-dependiente.

Pero la cirugía es un acto eminentemente humano, y como tal, es expresión suprema de humanismo y de humanitarismo.

La combinación del conocimiento, el juicio racional y la actividad operatoria, hace de la cirugía la más integral de todas las especialidades médicas. Produce satisfacción a quien la practica, y también felicidad, entendida, en el sentido aristotélico, como el ejercicio intelectual dentro del marco de la perfecta virtud, que es la excelencia en su aplicación y ejecución. Consecratio chirurgia, consagración a la cirugía, podemos decir, parodiando a Harvery Cushing, creador de la neurocirugía, quien en su obra Consecratio medici, proclama que es la consagración lo que hace al buen médico y, por supuesto, al buen cirujano. La consagración del médico a su ejercicio es condición indispensable, porque no existe otra profesión en que lo inesperado, lo impredecible, ocurra tanto como en ésta y, muy especialmente, en la cirugía.

Aristóteles decía que la salud es el fin de la medicina.

¿Cuál es el sujeto de la medicina? El sujeto es el hombre.

El segundo coro de la Antígona de Sófocles canta:

“Hay muchas maravillas, mas ninguna es tan grande como el hombre”. Y el coro exulta los poderes del hombre sobre la naturaleza y sus logros como ser racional.

“El hombre es la medida de todas las cosas”, según Protágoras, uno de los más destacados filósofos presocráticos2 y el primer sofista3 de que se tiene noticia, quien vivió en la esplendorosa era ateniense de Pericles.

En el diálogo Fedro, Platón dice: “De acuerdo con Hipócrates, el Asclepíada, es imposible conocer la naturaleza del cuerpo sin conocer la naturaleza del todo”.

El tratado Sobre la Medicina Antigua es el escrito hipocrático que mejor refleja el método al que alude Platón en su diálogo: Hipócrates afirma que no sería posible saber medicina si no se conoce qué es el hombre.

También afirma que sólo a partir de la medicina es posible conocer con algo de certeza qué es la naturaleza, y discute al hombre en relación con lo que come y bebe y con sus demás hábitos.

“El hombre como parte de la naturaleza universal, debía estar compuesto igual que ella por los elementos primeros; en segundo, los mismos principios simples que explicaban el cosmos en su composición y disociación debían también explicar los diversos estados del hombre y de su salud”.

El hombre como ser psicosociobiológico es un sistema adaptativo de alta complejidad, lo que hoy llamamos un “sistema caótico”, para significar que es uno de los sistemas aperiódicos, los que no son lineales. Como tal, su comportamiento es impredecible por las leyes conocidas de la física o las matemáticas. La variabilidad es la ley de la vida, decía William OIsler hace casi cien años, y

“así como no hay dos rostros iguales, tampoco dos cuerpos son iguales, y ninguno de dos individuos reacciona de manera similar bajo las condiciones anormales que llamamos enfermedad… La probabilidad es la guía de la vida”.

Osler también escribió que “la buena medicina clínica siempre sabe unir el arte de la incertidumbre con la ciencia de la probabilidad.” Los cirujanos debemos diariamente enfrentar la incertidumbre, lo cual quiere decir, fundamentalmente, manejo racional del riesgo.

El manejo del riesgo, como lo plantea Peter L. Bernstein4, se refiere a maximizar aquellas áreas sobre las cuales se puede tener algún tipo de control para influir sobre el resultado, y minimizar las que se escapan totalmente a nuestro control y en las cuales la relación entre el efecto y la causa permanecen desconocidas.

Pero al final, de todos modos, algún nivel de riesgo sigue presente, no importa qué tan cuidadosamente sea evaluado, y entonces es la intuición la que viene a determinar el curso de las acciones. En gran medida aquí reside la capacidad del cirujano para lograr el debido resultado, que, ante todo, es mejorar la calidad de vida y la condición de su paciente.

Al recibir a los nuevos estudiantes de la Facultad de Medicina de la Universidad de los Andes, expresé que para ejercer la medicina, para ejercerla bien, se requiere un profundo conocimiento cultural e intelectual. Porque la medicina no es un oficio, sino una profesión y, por lo tanto, no es sólo conocimiento: es también la observación y cumplimiento de valores, de comportamiento, de responsabilidad y, particularmente, de humanitarismo y de compasión. Esto se aplica en forma total, y tal vez aun más profunda, a la cirugía.

Fue también Harvey Cushing quien en 1926, hablando en la graduación del Jefferson Medical College en Filadelfia, hizo la siguiente cita: “Según un viejo decir, el interés no es lo que une a los hombres; el interés los separa; sólo hay algo que efectivamente une a la gente, y ese algo es una devoción común”. Es la devoción lo que une a los cirujanos.

Hace 2500 años Hipócrates de Cos expresó la noble frase: “donde exista amor por la humanidad existirá amor por la medicina”. Stephen Paget en su libro Confessio Medici dice: Porque si la vida del médico no es una vocación divina, entonces ninguna vida es vocación y nada es divino.

Y en cuanto a la cirugía, cabe citar una definición del notable cirujano mexicano O. Ruiz Speare:

Aquel que trabaja con las manos es un artesano.

Aquel que trabaja con el corazón es un artista.

Aquel que trabaja con las manos, el corazón y la mente es un cirujano.

Consagración, amor y devoción por la cirugía es el lema que debe marcar nuestra vida profesional: sólo con ello se logrará la excelencia para bien de nuestros pacientes, y para esa máxima satisfacción intelectual y afectiva que sólo da la cirugía.

Fecha de recibo: Marzo 10 de 2006
Fecha de aprobación: Marzo 12 de 2006
Correspondencia:
JOSÉ FÉLIX PATIÑO RESTREPO, MD
Correo electrónico: jfpatino@fsfb.org.co
Bogotá, D.C., Colombia


* Encyclopaedia Britannica World Language Dictionary: From consecrate: to dedicate solemnly, as from emotions of gratitude or convictions of duty. Harvey Cushing utiliza el término consecrations to surgery.
** Expresidente Asociación Colombiana de Cirugía.

1. R. Kurzweil. La era de las máquinas espirituales. Editorial Planeta S.A., Planeta Colombiana Editorial S.A., Santa Fe de Bogtá, 2000.
2. Presocráticos se refiere a todos los pensadores que ejercieron su labor filosófica antes de Sócrates (desde el año 624 a.C. hasta el siglo V a.C.), aunque algunos de ellos fueron contemporáneos e incluso sobrevivieron la muerte de Sócrates, quien vivió en la segunda mitad del siglo V a.C. (c. 469-399).
3. Sofista: significaba maestro en sabiduría. Los sofistas participaban en la política y sabían o simulaban saber de todo. Exigían el dominio de las palabras, de la argumentación, para persuadir a los demás.
4. P.L. Bernstein. Against the Gods: The Remarkable Story of Risk. John Wiley & Sons Inc, New York, 1996.

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