Ideas en Relación al Psicoanálisis, Sancho

“En este tiempo solicitó don Quijote a un labrador vecino suyo, hombre de bien (si este título se puede dar al que es pobre) pero de muy poca sal en la mollera.

En resolución, tanto le dijo, tanto lo persuadió y prometió, que el pobre villano se determinó a salirse con él y servirle de escudero. Decíale, entre otras cosas, don Quijote que se dispusiese a ir con él de buena gana, porque tal vez le podía suceder aventura, que ganase, en quítame allá esas pajas, alguna ínsula y le dejase a él por gobernador della.

Con estas promesas y otras tales Sancho Panza, que así se llamaba el labrador, dejó su mujer e hijos y asentó por escudero de su vecino” (I p.76). (Lea también: Historia de la Medicina, Algunas ideas en Relación al Psicoanálisis Aplicado y del Quijote y Sancho)

Se describe a Sancho Panza, como una persona adulta, “…Sancho Panza me llaman a secas, y Sancho se llamó mi padre y Sancho mi agüelo, y todos fueron Panzas sin añadidura de donas ni dones…”, de barriga grande, talle corto, y zancas largas (Ip. 90)

Además analfabeta (Ip.95), “Bien sé firmar mi nombre … que cuando fui prioste en mi lugar aprendí a hacer unas letras como de marca de fardo, que decían que decía mi nombre…” (II p.376) casado con Tereza Panza (Ip, 78) y con dos hijos: “… advertid que Sanchico tiene ya quince años cabales, y es razón que vaya a la escuela ……

Mirad también que Mari Sancha vuestra hija no se morirá si la casamos, me va dando barruntos que desea tener marido como vos deseais veros con gobierno, y, en fin, mejor parece la hija mal casada que bien abarraganada” (II p.50).

De su trabajo sabemos que en su infancia fue cuidador de cerdos, posteriormente de gansos (II p. 369), y luego de cabras. Este oficio de cuidador de animales y su posterior desempeño con el Quijote, que adelante veremos, muestra una sublimación de componentes maternales en una identificación con una madre fecunda.

Está satisfecho de su matrimonio con una mujer de su mismo tipo físico e intelectual, por cuyo futuro y de sus hijos demuestra preocupación y como defecto que le desagrade solamente anota que era celosa; sin embargo, en el transcurso de sus aventuras, y a pesar de estar siempre lejos de ella, no demuestra deseos genitales hacia mujer alguna.

Su ideal de vida se centra en comer bien y libremente.

Su conducta social está matizada continuamente de satisfacciones orales y anales. En un aparte que se puede considerar típico dice: “como yo tuviese bien de comer y mejor me lo comería en pie y a mis solas como sentado a par de un emperador… mucho mejor sabe lo que como en mi rincón sin melindres ni respetos, aunque sea pan y cebolla, que los gallipavos de otras mesas donde me sea forzoso mascar despacio, beber poco, limpiarme a menudo, no estornudar ni toser si se me viene la gana, ni hacer otras cosas que la soledad y libertad trae consigo… esas honras las renuncio” (I p. 102).

En esta renuncia expresa su rechazo a todo lo que pueda significar aceptación de la madre en un nivel anal secundario, o sea, de la socialización de la función excretoria prefiriendo permanecer en una situación oral de comer y defecar expresada simbólicamente.

El comer de Sancho es un tema que corre profusamente por el libro y se halla en relación con toda clase de situaciones, es el centro de sus episodios placenteros y la recuperación luego de dolorosas aventuras.

Su actuación ante el mundo está limitada por el temor de chocar con alguien y solamente en extremos defiende lo propio o a aquellos que le suministran lo necesario.

Alguna vez se define así: “Yo de mí me soy pacífico y enemigo de meterme en ruidos ni pendencias, bien en verdad que en lo que tocare a defender mi persona… las leyes… divinas humanas permiten que cada uno se defienda de quien quisiere agraviarle (Ip. 82), (luego), señor, yo soy pacífico, manso, sosegado y se disimular cualquier injuria porque tengo mujer e hijos que sustentar y criar.

Así que séale a vuestra merced… aviso… que en ninguna manera pondré mano a la espada, ni contra villano, ni contra caballero, y que de aquí para delante de Dios perdono cuantos agravios me han hecho y han de hacer, ora me los haya hecho, o haga, o haya de hacer persona alta o baja, rico o pobre, hidalgo o perchero sin aceptar estado, ni condición alguna” (Ip. 139) y “pienso guardarme en mis cinco sentidos de ser herido ni de herir a nadie”.(Ip. 203)

Resalta su renuncia total, y también su aceptación masoquista de todas las agresiones con su racionalización y proyección en la esposa e hijos.

A través de sus actuaciones, y en algunas ocasiones explícitamente, reconoce que siempre escoge aquello que pueda producirle satisfacción inmediata y tiene poca aptitud para la espera.

También se sabe que era miedoso de la noche y de la soledad. Una noche dice: “porque en apartándome de vuestra merced es conmigo el miedo que me asalta con mil género de sobresaltos y visiones. Sírvale esto de aviso para que de aquí en adelante no me aparte un dedo de su presencia”. “Así será y yo estoy muy contento de que te quieras valer de mi ánimo…” (I p.234). En esta respuesta don Quijote plantea un aspecto de su función frente a Sancho.

Llama la atención la falta de referencia, a su respecto, de actividades que no sean orales o anales a no ser su condición civil, en un libro donde los temas genitales se plantean frecuentemente. El se ve así:

“Jamás tal creí de Rocinante (que había ido tras una yegüa) que le tenía por persona casta y tan pacífica como yo”.(I p.139) Sancho en esta y otras posibles citas emplea el concepto de pacífico para referirse conjuntamente a su falta de actividad genital y sádico-muscular.

Sancho es un gran hablador: “querer vuestra merced que vaya por estas soledades de día y de noche y que no le hable cuando me diere gusto es enterrarme en vida” (Ip.249). En sus conversaciones intercala y en ocasiones une seguidamente tal cantidad de refranes que se hace difícil seguir su pensamiento.

Es una forma de agredir sin verbalizar las agresiones con palabras propias, sino mediante refranes con el fin de, amparándose en hechos aceptados por todos, ocultarse al interlocutor y evitar el abstraer responsablemente en las palabras.

Por ejemplo; “Ni lo digo ni lo pienso –respondió Sancho– allá se lo hayan; con su pan se lo coman; si fueron amancebados o no, a Dios habían dado la cuenta; de mis viñas vengo: no sé nada; no soy amigo de saber vidas ajenas; que el que compra y miente, en su bolsa lo siente.

Cuanto más, que desnudo nací, desnudo me hallo: ni pierdo ni gano; mas que lo fuesen, ¿ que me va a mi? Y muchos piensan que hay tocinos, y que no hay estacas. Mas ¿quien pude poner puertas al campo? Cuanto más, que de Dios dijeron” (I p.251).

El concepto que tiene don Quijote de la caballería aún cuando aparentemente de lucha y combate es una concepción masoquista de privaciones en todos los planos y de sufrimientos, perseguido por las figuras terroríficas de los hechiceros o encantadores enemigos, recubierto como protección por una anacrónica armadura que realmente lo inmoviliza. La aceptación de Sancho de esta situación nos muestra a don Quijote como pantalla en que proyecta su propio masoquismo.

“¿Que es posible que en cuanto ha que andas conmigo no has echado de ver que todas las cosas delos caballeros andantes parecen quimeras, necedades y desatinos, y que son todas hechas al revés ¿y no porque ello sea así, sino porque andan entre nosotros siempre una caterva de encantadores que todas nuestras cosas mudan y truncan, y las vuelven según su gusto, y según tienen la gana de favorecernos o destruirnos; y así, eso que a ti te parece bacía de barbero me parece a mi el yelmo de Mambrino, o a otro le parecerá otra cosa.

Y fue rara providencia del sabio que es de mi parte hacer que parezca bacía a todos lo que es real y verdaderamente yelmo de Mambrino, a causa que siendo él de tanta estima, todo el mundo me perseguiría por quitármele; pero como ven que no es mas que un bacín de barbero, no se curan de procurarlles, como se mostró bien en el que quiso rompelle y le dejó en el suelo sin llevarle; que a fe que si le conociera, que nunca él la dejase” (I p.255-256).

Sancho, aún cuando aparentemente logra una mayor integración genital, ésta es de muy poco valor y el centro de sus apetencias y conflictos está en diversas actividades orales y anales y principalmente parasitarias de recibir pasivamente dentro de una situación masoquista con un manejo proyectivo de sus objetos internalizados. Es un carácter oral en una posición esquizoparanoide y con defensas maníacas.

Don Quijote y Sancho

En la relación que une en su vida literaria a ambos personajes, —“…juntos salimos, juntos fuimos y juntos peregrinamos…”– (II p.28), primero quiero llamar la atención sobre la opinión que en forma reiterada expresa Sancho sobre su amo: “…no eran sino molinos de viento y no lo podía ignorar sino quien llevara otros tales en la cabeza...” (II p. 80). “...el vulgo tiene a vuestra merced por grandísimo loco, y a mi por no menos mentecato” (II p. 29) -sin embargo, es de destacar su característica de gran ambivalencia:

“Eso (bellaco) no es el mío –respondió Sancho–: digo, que no tiene nada de bellaco, antes tiene un alma como un cántaro: no sabe hacer mal a nadie, sino bien a todos, ni tiene malicia alguna: un niño le hará entender que es de noche en la mitad del día, y por esta sencillez le quiero como a la telas de mi corazón, y no me amaño a dejarlo, por más disparates que haga” (II p. 115).

Además lo considera como un rematado loco y mentecato. De las aventuras no cree sino que los llevarán a toda clase de desventuras, en contraposición todas estas ideas pesimistas, con su confianza de obtener el gobierno de la ínsula, o de ser conde, por medio de estas mismas aventuras que tanto desprecia y a pesar de las dudas que expresa sobre eficiencia y capacidad de don Quijote.

Parece ser que Sancho ve en el Quijote y en su relación con él su propio fracaso de alcanzar niveles superiores de adaptación y que en vez de vivir la depresión por el fracaso del logro de sus propios ideales vive un conflicto personal con él dudando no de sí mismo sino de su amo y por otra parte cuida lo que ha proyectado en él para no perderlo.

Este cuidar de Sancho de sus propias proyecciones se expresa en su aparente situación maternal respecto al Quijote, cosa que ha sido destacada por muchos de los comentaristas del libro y expresada por Helen Deustch como que le parece una tierna y humorística caricatura de la madre. Es decir que cumple una de las conocidas actitudes de los caracteres orales de identificación con el objeto nutricio. Y de desempeñar un papel maternal con sus objetos.

Por otra parte para continuar el estudio de esta relación también debemos tener en cuenta la opinión de Sancho de su propia situación en las aventuras la cual expresa sintéticamente en el siguiente párrafo: “es linda cosa esperar los sucesos atravesando montes, escudriñando selvas, pisando peñas, visitando castillos alojado en ventas a toda discreción sin pagar, ofrecido sea al diablo el maravedí” (Ip.558).

Acá se puede ver y también en muchas otras ocasiones que goza de un gran placer llevando una actividad vagabunda y juguetona al lado y bajo la protección de un personaje que no solamente lo alimenta y da para sus necesidades y se encarga de las situaciones agresivas y de peligro sino que también le ofrece, en medio de fracasos y sufrimientos, una situación futura más integrada y placentera en pago a su situación parasitaria.

Lo cual podemos comprender como la relación de un hijo con la madre que le permite satisfacciones en un plano, el oral, se encarga proyectivamente de las labores sádico-musculares y se ofrece como objeto para una futura identificación mágica. Este es el aspecto maníaco de la estructura de Sancho.

Es decir, que para Sancho representaría el Quijote la proyección de su superyo. Veamos un intento de lograr una identificación con esta figura superyoica que se lleva a cabo al cumplirse el ofrecimiento de la gobernación de la ínsula.

Para llegar a ser gobernador Sancho en parte acepta las severas indicaciones que al respecto le fueron dadas por el caballero y va allí en espera de cumplir sus deseos: comer opíparamente, exhibirse con la mayor visibilidad, apoderarse de grandes montos de dinero, y encontrar un ambiente sumiso que no le oponga resistencia.

Allí encuentra un fracaso absoluto en sus campos de acción más preciados: el comer, con el doctor que le enseña los manjares y se los prohibe; la pasividad, con la responsabilidad y ajetreos de su gobierno y principalmente con el fraguado combate donde él debía llevar la iniciativa, la dirección y la responsabilidad.

En este momento renuncia a querer ser jefe como su amo, fracasa su seudo-identificación con él y tiene que regresar a buscar su antigua situación y a él, por un camino semejante al que en otra ocasión de fracaso había pasado don Quijote, a través del descendimiento a una cueva.

El fracaso de esta seudo-identificación, con todo su valor como intento de superación e integración en un plano más evolucionado y su vuelta a la situación básica para él más integrada la hace a través de su caída a una cueva que simbólicamente puede ser comprendida como una fantasía de regresión intrauterina.

Cuando don Quijote fue a la cueva de Montesinos lo hace en búsqueda de resucitar mágicamente sus objetos inmovilizados y muertos. Para Sancho fue una de las situaciónes más angustiosas a que se ve abocado y solamente tiene fin al ser rescatado por su amo.

La comparación de estas dos situaciones semejantes muestran una mayor integración en Sancho, dentro de su plano y que por lo tanto, acepta y necesita menos este tipo de regresión. Y que fracasa en sus intentos de evolución.

Para terminar me referiré a la compleja relación de don Quijote y Sancho con el personaje Dulcinea del Toboso. La primera vez que se plantea una relación directa es en la Sierra Morena donde don Quijote (I Cap. XXV p.249/266) lo envía a llevar una carta a Dulcinea y para convencerlo le escribe un vale por tres pollinos en cambio del que le habían robado y que entre tanto el estaría allí haciendo manifestaciones de duelo y locura tal como alguno de sus héroes caballerescos.

Cuando dijo a quien se refería con el nombre de Dulcinea:

“¡Ta, ta! -dijo Sancho- ¿Que la hija de Lorenzo Corchuelo es la señora Dulcinea del Toboso, llamada por otro nombre Aldonza Lorenzo?

–Eso es -dijo don Quijote–, y es la que merece ser señora de todo el universo.

Bien la conozco –dijo Sancho–, y se decir que tira tan bien una barra como el mas forzudo zagal de todo el pueblo. ¡Vive el Dador, que es moza de chapa, hecha y derecha y de pelo en pecho, y que puede sacar la barba del lodo a cualquier caballero andante, o por andar, que la tuviese por señora!

¡Oh hideputa, que rejo que tiene, y que voz! Sé decir que se puso un día encima del campanario del aldea a llamar a unos zagales suyos que andaban en un barbecho de su padre, y aunque estaban de allí a mas de media legua, así la oyeron como si estuvieran al pie de la torre….”.

Sancho partió en Rocinante a entregar la carta que dejó olvidada y a los pocos días regresó a la Sierra Morena acompañado de los amigos del lugar que buscaban disfrazados a don Quijote para regresarlo a su casa.

En el Capítulo XXXI y siguientes está la referencia del reencuentro cuando Don Quijote le pidió a Sancho describirle su entrevista con Dulcinea en la entrega de su carta, éste le respondió, fabricando mentiras, que la había encontrado en el corral de su casa ahechando trigo, don Quijote fue paulatinamente transformando sus respuestas de nivel “real” en elementos de su propia fantasía, y en su recuerdo posteriormente convirtió el trigo en perlas.

Sancho por su parte basado en el conocimiento de Aldonza fue describiendo fantasías, a nivel de mentiras, en la supuesta casa y analfabetismo de Dulcinea, de entrega de una carta no leída sino rota, etc. Estos diálogos y los que le siguen tienen la pauta de un contrapunto entre la simple mentira y la fantasía quijotesca.

Posteriormente cuando ambos, en la tercera salida, pasaron por el Toboso, buscando por la noche el palacio que no hallaron y esperaron al amanecer en un bosque en las afueras de la aldea y por orden de don Quijote aparentemente Sancho simuló regresar a la aldea a buscar el palacio y a Dulcinea, y en un soliloquio expresó:

“Siendo, pues, loco, como lo es, y de locura que las mas veces toma unas cosas por otras y juzga lo blanco por negro y lo negro por blanco, como se pareció cuando dijo que los molinos de viento eran gigantes, y las mulas de los religiosos dromedarios, y las manadas de carneros ejércitos enemigos, y otras muchas cosas a este tono, no será muy difícil hacerle creer que una labradora, la primera que me topare por aquí, es la señora Dulcinea; y cuando él no lo crea, juraré yo; y si él jurare, tornaré yo a jurar; y si porfiare, porfiaré yo mas, y de manera, que tengo que tener la mía sobre el hito, venga lo que viniere.

Quizá con esta porfía acabaré con él que no me envíe otra vez a semejantes mensajerías, viendo cuán mal recado le traigo dellas, o quizá pensará, como yo imagino, que algún mal encantador de estos que el dice que le quieren mal la habrá mudado la figura por hacerle mal y daño” (II p.90/ 91).

En el camino viendo que “venían tres labradoras sobre tres pollinos” regresó a contar que la había visto y ella venía a entrevistarse con el caballero andante, quien arrodillado, al ver aparecer la labradora estuvo profundamente perturbado por no poder ver la princesa fantaseada., y que esta huyó con sus compañeras al intentar conversarles.

En estas circunstancias don Quijote reforzó su creencia en los enemigos, encantadores, que lo perseguían y le cambiaban la apariencia a Dulcinea, en cambio Sancho se reafirmaba en su certeza que estaba loco su amo, hasta cuando posteriormente en sus conversaciones con la Duquesa esta le sugirió la posibilidad que la apariencia real que veía Sancho también fuese un producto de los encantadores enemigos.

Las tres salidas de don Quijote tienen distintas características. –La primera, está dedicada a la cimentación de su mundo ilusorio; la segunda, ya con Sancho, presenta una especie de síntesis dramática del funcionamiento mental ilusorio de don Quijote y de la relación ambivalente de Sancho; la tercera, tiene la característica de predominio de los elementos maníacos, que se destaca especialmente en la intervención

de los Duques y por la burlona Altisidora, dama aparentemente enamorada de don Quijote, que culmina en la fantasía de cambiarse ambos, don Quijote y Sancho, a “pastores” en compañía de sus amigos, luego del fracaso por la pérdida del combate con el Caballero de la Blanca Luna (disfraz para rescatarlo de sus fantasías del amigo Bachiller Sansón Carrasco).

Lo mismo sucede en las características diferentes de cada uno de sus regresos; el primero apaleado y atravesado en el asno con las armas cargadas en Rocinante y durante el transcurso de su recuperación de la golpiza sucede el “muraron y tapiaron” su biblioteca, que ocultaba la quema real de sus libros, muro y tapia que mostraría una especie de congelación y perpetuación de sus fantasías caballerescas.

El segundo regreso, enjaulado por haberlo sorprendido sus amigos disfrazados mientras confiadamente dormía y lo encerraron en una jaula de maderos para llevarle así de regreso a su hogar, cosa que lograron con cierta facilidad por la palabras que dijo uno de los “encantadores” el Barbero Nicolás:

¡Oh¡ Caballero de la Triste Figura ¡No te de afincamiento la prisión en que vas, porque así conviene para acabar mas presto la aventura en que tu gran esfuerzo te puso. La cual se acabará cuando el furibundo león manchego con la blanca paloma tobosina yoguieran en uno ya después de humilladas las altas cervices al blando yugo matrimonial; de cuyo inaudito consorcio saldrán a la luz del orbe los bravos cachorros que imitarán las rampantes garras del valeroso padre ….” (I p.501).

“Quedó don Quijote consolado …. dijo: ¡Oh tu, quien quiera que seas, que tanto bien me has pronosticado! Ruégote que pidas de mi parte al sabio encantador que mis cosas tiene a cargo que no me deje perecer en esta prisión donde agora me llevan, hasta que cumplidas tan alegres e incomparables promesas que son las que aquí me han hecho; que como esto sea, tendré por gloria las penas de mi cárcel …” (I p.502).

Esta conversación constituye una invitación a las características maníacas de la tercera salida mas allá de su fin inmediato de calmar y apaciguar a don Quijote.

El tercer regreso, luego de ser derrotado por el Caballero de la Blanca Luna en la playa de Barcelona y habiendo sido excusada la denigración de Dulcinea del Toboso:

…. y allí le encontró con poderosa fuerza, sin tocarle con la lanza (que la levantó, al parecer, de propósito) que dio con Rocinante y don Quijote por el suelo una peligrosa caída. Fue luego sobre él y, poniéndole la lanza sobre la visera, le dijo:

-Vencido sois, caballero, y aun muerto, si no confesáis las condiciones de nuestro desafío”.

“Don Quijote, molido y aturdido, sin alzarse la visera, como si hablara dentro de una tumba, con vos debilitada y enferma, dijo:

“-Dulcinea del Toboso es la mas hermosa mujer del mundo, y yo el mas desdichado caballero de la tierra, y no es bien que mi flaqueza defraude esta verdad. ¡Aprieta, caballero, la lanza, y quítame la vida, pues me has quitado la honra!”

“-Eso no haré yo, por cierto –dijo el de la Blanca Luna–; viva, viva en su entereza la fama de la hermosura de la señora Dulcinea del Toboso; que sólo me contento con que el gran don Quijote se retire a su lugar un año, o hasta el tiempo que por mi le fuere mandado, como concertamos antes de entrar en esta batalla” (II p.562).

Las características maníacas de la tercera salida, acá, en sus capítulos finales adquieren un desarrollo de una tremenda fuerza maníaca en una especie de intensa parodia con los episodios de la fuerte culpa y depresión de don Quijote y la extremada comedia en la vuelta al castillo de los Duques y la burlona Altisidora y más aun en la nueva fantasía de constituir todos los amigos una especie de cofradía pastoral.

Manía esta sólo destinada a fracasar en una intensa y mortal melancolía:

“-¡Ay! –respondió Sancho llorando– No se muera vuestra merced, señor mío, sino tome mi consejo, y viva muchos años; porque la mayor locura que puede hacer un hombre en esta vida es dejarse morir, sin más ni más, sin que nadie le mate, ni otras manos le acaben que las de la melancolía…” (II p.628).

Al terminar ésta, vuelta de nuevo a considerar don Quijote y Sancho, me ha quedado mucho más en claro que el libro que cimentó nuestra identidad idiomática es profundamente triste, tristeza que ha producido risa en muchos medios, con una risa que creo oculta el dolor inconsciente de las fantasías perdidas y fracasadas.

Dolor que a nuestra América llegó con los conquistadores y colonizadores que tuvieron a bien abandonar sus raíces en la vieja Europa empobrecida y sufriente y que además se aliaron con la tristeza de las culturas conquistadas y maltratadas.

Y que hoy en nuestro mestizaje es un mensaje que intenta reparaciones para todo el mundo. Para esta opinión mía optimista me baso en la teoría de la capacidad reparadora de la depresión que nos han enseñado nuestros maestros psicoanalistas.

Para terminar quiero expresar a la pareja de Guillermo y Lía nuestros agradecimientos por la amistad que nos ha unido. También a mi esposa Beatriz por el amor, unión y el apoyo que siempre ha tenido conmigo, y a mis hijos Carlos Andrés e Ivette, de quienes siempre me he sentido orgulloso por sus grandes logros intelectuales, personales y profesionales y por el cariño que sin cesar nos han dado, que además demuestran con su presencia hoy aquí.

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