Psicoanálisis y Cultura, ¿Qué tienen que ver estos Aspectos con la cultura?

La pregunta nos lleva a pensar que el analista puede ubicarse en el psicoanálisis clásico tradicional o en el moderno innovador, el cual busca una rápida adaptación y una solución más práctica, utilizando enfoques distintos en los que se incluye todo lo sociocultural y científico que abarcan las neurociencias; de ahí que la elasticidad técnica sobrevenga, y que se prohijen también las psicoterapias con orientación psicoanalítica.

Existe sí, una proliferación de los que se llaman analistas, provenientes estos de los sectores lacanianos, como un nuevo psicoanálisis considerado por algunos, mejor que el tradicional.

Ocurre a la vez, que los analistas tenemos la actitud de aislamiento por nuestra práctica y por la dedicación al estudio permanente; así también la realidad sociocultural, las demandas de los recursos económicos, son factores que inciden en la aplicación del psicoanálisis.

¿Estaremos en una realidad psíquica caleidoscópica?, ¿será todo esto el producto de la herencia del siglo XIX y XX, con toda su cosmovisión? (Lea también: Psicoanálisis y Cultura)

Pienso que el análisis del siglo XXI sigue en desarrollo, no tanto de modelos sino de la comprensión del ser en el mundo, del sí mismo, en un continuo incierto, en un oír, escuchar y acompañar, más allá de Eco, Narciso, Edipo y Tiresias; este último omnipotente y omnisapiente que deja en sus descendientes la herencia de sus cualidades, de deber, de descubrir y de conocer; de tal manera, es el consejero y adivino universal que predice la muerte de los tres anteriores. Aceptemos el mito, pero superémoslo, saliéndonos de él.

Para cambiar entendamos que, tanto el proceso analítico como el proceso creativo, se ubican en una témporo-espacialidad distinta; en uno y otro, pasado, presente y futuro, se revelan como un nuevo acontecer; permitámonos pasar por la angustia, la crisis, el caos y la confusión para poder integrarnos y diferenciarnos el uno del otro.

Entre más amplio y libre sea el campo creativo del hombre, más posibilidades tendrá de deshacerse de las huellas genéticas que le han marcado.

Los cambios en el siglo XX fueron a diferentes niveles, filosóficos, sociales, políticos, económicos, religiosos, de valores, del manejo de la sexualidad, de la soledad y de la angustia de la pareja y familia, de los valores y de la ética de la misma psicopatología observándose más los casos fronterizos, las adicciones, la depresión, las psicopatías; así mismo se encuentra un cambio en el saber y el conocimiento, como también en el aprender y en la búsqueda de verdades, para un saber y un conocer, con tendencias objetivas y positivas aceptando toda la intersubjetividad.

En la actualidad, nuestro discurso tiende a referirse más a la democracia, a la globalización, a las tecnologías, a la informática, al consumo, a la defensa de la identidad y de la inter e intra subjetividad del hombre, y a la investigación del mismo en forma multidisciplinaria.

Sin embargo, lo que emerge, nuevamente, es el tanatos, tanto en el mundo interno como en el externo, amenazando nuestra identidad y nuestra supervivencia; ese tanatos no solamente aliena y aísla al sujeto volviéndolo intolerante, sino que inunda a todo lo imaginario; la sexualidad se ha desafectizado con la consecuente sensación de hastío y de vacío; el proyecto de vida es hoy, porque el ayer ya pasó y el futuro se da por hecho, por lo tanto lo importante es la inmediatez.

Los mismos conceptos de globalización socioeconómicopolítica implican tocar con las ideologías, con los valores, con la cultura, con las diferencias, acabando con estas últimas. Incluso el sujeto se ve comprometido a tener que aceptar grandes frustraciones, si es que desea preservar sus principios, normas y reglas de conducta; la flexibilidad se vuelve una necesidad, y de ahí la tendencia a aceptar paradojas y superficialidades, predominio de imágenes que también pueden cambiar; de ahí también el pluralismo, la ambigüedad, la incertidumbre, lo heterólogo.

Todo esto no significa que tengamos que aceptar cualquier interpretación, o cualquier esquema de diferenciación para pensar desde nuestro propio espacio mental. Toda esta perspectiva pertenece a la sociología de la cultura actual, y al humanismo, más que al psicoanálisis; sin embargo, este no puede ignorar hechos, y sí, más bien, entrar a elaborar el análisis de los mismos.

Los psicoanalistas estamos preocupados por encontrar las raíces que nos unen, aceptando a la vezque el psicoanálisis, como toda ciencia, está abocadoa transformaciones y evoluciones en las propias teorías, sin descontar los paradigmas institucionales, olos individuales que han tenido logros de poder administrativo, o porque han calado el entendimiento y subjetivismo íntimo de grupos.

El no tener en cuenta estas disciplinas y no integrarlas con otras, es correr el grave peligro de caer en la autodestrucción, aniquilándose al ser humano en su comprensión y en la de los demás. Esta es la perspectiva del psicoanálisis como un método más del conocimiento para el siglo XXI.

Las crisis actuales se refieren a los grandes cambios por la tecnología, por la explosión demográfica y de los medios de comunicación, por la carencia de recursos, por el cambio de paradigmas y de los pensamientos científicos que se refieren al mundo mecanicista lineal, al dinámico continuo y cambiante, complejo y caótico.

La crisis abarca la percepción consciente y la repercusión inconciente, en las tendencias libidinales y tanáticas.

La crisis del psicoanálisis está más en los psicoanalistas, en su entorno y en las necesidades de supervivencia.

Esto ocurre, en parte, por una saturación de modelos postfreudianos que actúan como explosión de ideas, las cuales el tiempo se encargará de tamizarlas e integrarlas en redes operativas y de mayor comprensión integral, cuerpo-mente.

El hombre de hoy tiene temor a los procesos largos y costosos. Actualmente todo se quiere rápido.

De ahí viene la búsqueda de alternativas, la proliferación de terapias en medicina como también en otras actividades que requieren solución. Todo tiende a computadorizado. Así se construye el “rapidismo” y el “ya”, pasando por el “facilismo” superficial y antiético llegando al descenso en la calidad y profundidad del servicio científico. Así, se crea la fórmula: trabajo rápido, igual a más producción y beneficio económico.

La demanda por el psicoanálisis existe, pero la sociedad en este momento está atrapada por los medios de comunicación, los que satisfacen necesidades y fantasías a través de la imagen, de la magia y la omnipotencia a través de la actuación.

Los cambios obvios de nuestra témporo-espacialidad sociocultural, tendremos que compartirlos en nuestro discurso con otras disciplinas como filosofía, epistemología, arte, sociología, cibernética y complejidad, entre otras; ellas nos podrán ayudar a la comprensión de las crisis y cambios de nuestro tiempo, pero no por esto tendremos que volvernos expertos en esas disciplinas.

La misma ingeniería genética que nos ubica en la clonación, nos abre puertas de investigación como interrogación del ser humano en su estructura y funcionamiento objetivo. Fácil sería negar, y ser indiferente a todos estos hechos.

Lo que sí debemos es ser taxativos en que tanto el discurso filosófico epistémico, semiótico de significados y sentidos simbólicos, como el científico cuántico y el genético, son muy distintos al discurso psicoanalítico; esto es obvio y bien conocido.

Lo que ocurre es que el hombre diferencia e indiferencia, significa y resignifica, vela, devela y revela, prohíbe y permite; aquí quiero hacer referencia a la gran prohibición del contacto entre los seres humanos, entre los espacios mentales, físicos y modélicos, desde el externo hasta el más interno, del self.

Ocurre que las barreras o límites de los espacios se marcan, para convertir al sujeto en el animal instintivo sexual genital, sin la significación ni el sentido de vínculos afectivos, puesto que lo contrario significaría la fragmentación de su self; de ahí la disociación y las defensasaislacionistas y todos los mecanismos en los que el tanatos predomina.

De todas maneras, los analistas del nuevo milenio debemos enfrentarnos a los duelos y pérdidas diversas, entre ellas los propios paradigmas biológicos y psicológicos. Los esquemas referenciales se ven abocados a la desidealización y a la idealización correspondiente, inclusive a las propias vivencias personales del pasar del tiempo, al cambio de valores, a las perspectivas y desligaciones, y a lo llamado “imaginario sociocultural“, a la realidad externa intrusiva etc.; todo lo cual implica un forcejeo entre cambio, represión, inercia y sublimación o creación.

Así mismo, el tiempo personal y el sociocultural cambian, y por ende el histórico, vislumbrándose ya no muy lejos el fin de la individualidad, la que se ha protegido desde su fortaleza psíquica, ignorando al otro o a los otros, con desconsideración, con indiferencia; las diferencias obvias del presente y del futuro operan al mismo tiempo para perpetuar los modelos, y los ideales psicosociales del pasado, con la diferencia de no quedar sin piso.

Así se copan o rellenan vacíos; el ideal del Yo o el Yo ideal tratan de fusionarse para un fin, la coexistencia del self, del Yo, del Narciso, de Eco y más allá, superando el mítico Edipo o desafiando el vaticinio de Tiresias. Aquí surge la pregunta ¿quién de los cuatro es más poderoso? Cada cual opera y predomina según la debilidad del otro.

En este nuevo milenio podemos afirmar que la violencia social siempre ha existido en la historia, pero actualmente nos ubica en una angustia existencial originada en la evolución tecnológica y la multiplicidad de informaciones, llegando a sentirnos incompletos y desamparados en la transitoriedad; todo esto afecta nuestro narcisismo.

A la vez los psicoanalistas nos enfrentamos a la multiplicidad de modelos, los que nos invaden con las corrientes teóricas; además, toda esta problemática afecta las instituciones psicoanalíticas y el ejercicio de la profesión; más cuando se esperan “curas rápidas, alivio inmediato de síntomas” y “una consecuente multiplicidad de ofertas terapéuticas“; todo esto proviene de nuestra cultura de la inmediatez y facilismo.

Aceptemos que estamos ante una nueva cultura, una nueva sociedad y que nuestros instrumentos psicoanalíticos son más individuales e intervienen directamente en el mundo interno y no en el externo; sin embargo, es con nuestra empatía, y una comprensión global del ser en este mundo, que podremos ayudar a modificar y aprender de nosotros mismos, sin negar que “todo… está en movimiento” y por lo tanto todo cambia.

Hoy día la facilitación de la sexualidad y la resolución de la represión no es la meta de los psicoanalistas sino más bien es el encuentro, la aceptación y armonía del sí mismo (self). Aceptemos que la sexualidad ahora está mas usada como una droga de alivios de conflictos, sin búsqueda de relaciones estructurantes.

Más bien el objetivo sería la vinculación en una relación estructurante del objeto del self para ser capaz de instalar y mantener un sentimiento de existencia y de pertenencia en una relación con el otro; así mismo se podría llegar a la creatividad como una posible esperanza de solución a todas nuestras ansiedades.

De una u otra forma, nuestro destino es vivir de nuestras propias preguntas, buscar nuevas respuestas y crear nuevas posibilidades con un frente continuo y con la puerta abierta a lo que nos prodigaron Freud y sus seguidores, no como único camino, sino como el que hemos elegido, si bien con incertidumbres, caos, confusiones, y, también con la posibilidad de movimiento, firmeza, constancia y delicadeza, respetando lo interno y lo externo propio y ajeno, los diversos contactos discursivos, más allá y más acá de la prohibición, pero sin el tanatos destructivo que aniquila lo descubierto por temor a perecer.

He aquí la posibilidad creativa que se realiza con la liberación de nuestra potencialidad genética, con la preservación o conservación de los objetos del self, que nos sirven de base para nuevos espacios y construcciones dentro de la misma estructura.

Los psicoanalistas contemporáneos convergen en la aplicación del encuadre, la regla de abstinencia, la interpretación, las relaciones objetales, el inconciente, y el proceso de concientización. Desde otro punto de vista, se pueden clasificar los “intersubjetivistas” (psicología del Yo, psicología del self) y los que podríamos llamar los que hacen énfasis en “lo procesal” propiamente dicho analítico.

Todo esto, es una mera simplificación muy parcializada de la complejidad del pensamiento teórico técnico de las diferentes áreas analíticas, Europa, Norte y Suramérica y Asia, puesto que existe en el pensamiento analítico tradiciones, deseos de romperlas y traer nuevos aportes y también de buscar psicoanálisis y psicoanalistas ideales; a la vez existen una serie de mezclas, interrelaciones de modelos; todo esto producto de la cultura del análisis.

Aquí es necesario hacer énfasis en las tendencias de los que reexaminan la contratransferencia y los que no lo hacen, porque estos últimos lo consideran una interferencia perturbadora.

Es necesario diferenciar lo que se comprende como contratransferencia y empatía, esta es la que emerge a través de la experiencia con el otro como una expresión inconsciente dentro del pathos; en este caso es factible la manifestación de las contratransferencias conflictualizadas o no, según se presenten las contraidentificaciones proyectivas.

El peligro en la técnica, es cómo el analista puede interactuar, y hacer énfasis en el contexto sociocultural y de la realidad, apartándose del mundo mental que se está investigando.

Los intersubjetivistas se apoyan en el mecanismo de la identificación proyectiva para la proyección del espacio interpersonal, pero rechazan el concepto kleiniano de instinto de muerte, y desestiman lo extra “transferencial, el material relacional a favor de un momento mutuamente creado”; sin embargo, dentro de este pensamiento, paciente y analista, como sujeto y objeto, forman un “tercer objeto, supuesto imaginario subjetivo”.

Los intersubjetivistas se apartan del análisis interpersonal, destacando el “aquí ahora”, y se alejan del postulado de los psicólogos del self en la forma de self objeto.

Cien años de aplicación técnica del psicoanálisis en distintos campos: individual, grupal, familiar, etc., nos ha permitido continuar la investigación del campo mental y adaptar la técnica. Sin embargo, queda como punto referencial la clásica depurada, proveniente de los desarrollos freudianos y postfreudianos.

Pienso que el psicoanálisis no radica ni en la horizontalidad de la columna vertebral ni en la presencia o encuentro de cinco veces por semana del analista y el analizado.

Lo fundamental está en la modulación del proceso analítico, en el cual básicamente operan los procesos diádicos de transferencia-contratransferencia, con un diálogo sui géneris que no se da sino con la aplicación de la asociación libre, atención flotante y emergentes interpretativos.

No se trata de adaptar la técnica a la sociedad, ni esta a la primera. Lo mejor es hacer lo que conocemos y creemos aceptando que otras técnicas pueden “ayudar”, “apoyar” y “aliviar” el dolor mental sin necesidad de investigar profundamente el inconsciente.

Las técnicas activas, puntuales y conductuales tocan objetivos en la superficie. Se aprende sin comprender, sin cambios o transformaciones estructurales y sistémicos.

¿Qué hacer? La respuesta es no entrar en desviaciones ni en modificaciones provenientes de la inercia, ni en el facilísimo para seguir una corriente complaciente con el afuera. Por el contrario, es necesario ser creativos, analizando e interpretando las encrucijadas laberínticas del inconsciente en la transferencia contratransferencia, afectadas por la realidad y la cultura, y en las que se observan las resistencias y contraresistencias.

También podríamos negar y preguntarnos: ¿no es mejor crear algo nuevo con mejores condiciones adaptadas a la realidad socioeconómica? Es así como entramos en la inercia y en la muerte de nuestro quehacer analítico y no en el proceso analítico que implica tolerar la frustración, continuar la investigación, construir, interpretar, tener la vivencia contratransferencial sin caer en la destrucción del otro diferente.

En síntesis, podemos decir que cada analista se identifica con los modelos que le son más afines objetiva o subjetivamente, o le son más comprensibles, buscando su identidad personal.

Por otra parte, el paciente es investigado desde esos diferentes vértices o modelos de comprensión que le permiten investigar, con el optimismo, el espacio mental del otro y comunicarse con él, en forma inconsciente para llevarlo a una expresión verbal.

Divergencias y convergencias existen, así como ventajas y desventajas, tradiciones y nuevas ideas, preocupaciones y restricciones, énfasis particulares, identidades distintas, y en fin una serie de conceptualizaciones que parten de Freud y que podríamos afirmar vuelven a Freud.

Otro punto a considerar, es el entender del funcionamiento mental con el conocimiento de las neurociencias y la teoría de la complejidad, y a la vez, poder utilizar el lenguaje de esta última teoría de la no-linealidad, que corresponde a otro aporte de la cultura de la ciencia actual. Esta posibilidad de utilizar un discurso así, en los fenómenos de la clínica psicoanalítica, nos da otra manera de comprensión sin apartarnos de los postulados básicos psicoanalíticos.

Si nos referimos al determinismo instintivo, nos referimos también a lo genéticamente heredado y codificado en el ADN; esto nos lleva a cierto fatalismo pero no nos exime de la responsabilidad de los actos individuales y colectivos, más cuando la tecnología ha avanzado para cambiar las posibilidades de reacción; por ejemplo, en las patologías psiquiátricas de la enfermedad bipolar (manía y depresión), angustia, esquizofrenias, trastornos fronterizos, disléxicos y otros que nos ubican en la conducta.

Aquí nos encontramos que la realidad, el medio ambiente, la cultura, la educación, la historia, los factores sociopolíticos-económicos, influyen también en la posibilidad del cambio psíquico; de una u otra forma nos hallamos con que todos estos factores determinan las acciones del hombre en su entorno, y por lo tanto influyen en la libertad, la cual a la vez está menguada.

En realidad, nadie es libre por completo, y todos estamos inmersos en una complejidad de sistemas físico-químico-eléctrico-psicosociales y económicos, con sus procesos, ciclos y patrones de reacción que provienen de los mecani smos y psicodinamismos mentales que se interrelacionan.

De tal forma, así como existe el determinismo genético también existe el histórico-económico, político sociocultural que pueden atrapar al sujeto en sus deseos, aspiraciones y realizaciones, conduciéndolo en tal o cual sentido, de manera que puede interconectarse con la paradoja: “o soy como soy y actúo de acuerdo con ello, o me revelo contra ese determinismo colectivo”;

es así como el sujeto decide de acuerdo con su naturaleza; ¿será que aquella es diferente a la de los demás, o ocurre que los otros están sometidos a las pautas heredadas, aprendidas y normatizadas por generaciones? He aquí la paradoja: o soy mi naturaleza, o esta deberá someterse debido al temor, y aún, a perder la escasa libertad que queda en el individuo.

Pienso que borrar, dejar todo, cerrar nuestro conocimiento e irnos a otros espacios distintos en el nuevo milenio, es renunciar a nosotros mismos como analistas, permitiendo que la violencia (tanatos) arrase con lo creado. ¿Será que en el siglo XXI aparecerán uno o más genios que superen a Freud y a los postfreudianos?

La respuesta nos la da la misma historia de las ciencias y de la humanidad; esta va complementándose en beneficio del ser humano; la especialización y la investigación mental continuarán, más cuando el conocimiento de la psiquis es inagotable y es también objeto de necesidad y de deseo.

También debe ser distinta la posición ante la creatividad que surge como una fuente de solución ante la amenaza de muerte física, psíquica, sociocultural y económica; entendamos aquí como se enuncia anteriormente, que los analistas no nos salvamos de estas ansiedades, de los conflictos y de las crisis que también se presentan a raíz de los descubrimientos tecnológicos aparecidos en el siglo XX.

En nuestra cultura actual, las parejas (madre-padre-hijo, marido-esposa, analista-analizado, sujetosociedad-cultura), pueden pasar por las identificaciones proyectivas y ansiedades correspondientes masivas, o alienarse por la violencia, la que no le da espacio a la sexualidad y menos a la creatividad.

De una u otra forma, después del diálogo viene la reflexión, el silencio, después el sueño… y luego… un nuevo despertar, en, o, de la vida y el amor, por lo que hacemos, tenemos, somos y en donde estamos: el psicoanálisis.

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