Creación, Arte y Psiquis

creatividad, arte y psiquis
Guillermo Sánchez Medina
* Libro publicado por la Academia Nacional de Medicina de Colombia. Presentado por el autor el 1 de Abril del año 2004 en la Academia Nacional de Medicina. La introducción fue solicitada por la Académica Sonia Echeverri de Pimiento para la Revista Actualizaciones en Enfermería de la Fundación Santa Fe de Bogotá.
** Miembro de la Sociedad y Asociación Colombiana de Psicoanálisis, Miembro de la Academia de Historia de Boyacá y del Instituto Colombiano del Sistema Nervioso. Miembro de Número de la Academia Nacional de Medicina de Colombia y Miembro Honorario de la Asociación Colombiana de Psiquiatría.
“Y así Goethe hubiera podido encabezar su biografía con una observación como esta:
‘toda mi fuerza tiene su raíz en la relación con mi madre’”. (Freud S. 1917).

“Primero estaba el mar.
Todo estaba oscuro: no había sol,
ni luna, ni gente, ni animales, ni plantas.
Sólo el mar estaba en todas partes.
El mar era la madre”. (Mito Kogui)(1)

En esta obra trataré de sumergirme en las temáticas de la creatividad o de la creación realizada por el ser humano en el arte y cómo se llega a él a través de los mecanismos psíquicos. En el texto haré definiciones más específicas adentrándome en el mundo psíquico normal y patológico para escudriñar cómo se construyen y organizan las dinámicas mentales para conformar armonías y con ello arte.

Para definir la creatividad hay que distinguir entre la capacidad creadora del acto creativo, y la obra creada, así como entre el sujeto creador y el objeto creado (con sus formas y contenidos en sus interrelaciones y con los diferentes modelos y técnicas en que se efectúa la creación).

La creatividad es la capacidad de integrar a partir de una forma existente; es el acto por el cual se unen dos elementos. Como consecuencia se origina otro elemento nuevo y distinto que antes no era. Por lo tanto, la creatividad implica hacer, nacer, dar vida, componer y dar origen.

En la capacidad creadora intervienen la integración, la simbolización y la síntesis. Así se crea un nuevo objeto o situación, mediante la sublimación. El acto creador en el hombre y en la mujer parte de la naturaleza biológica y psicológica en sus diferentes procesos y desarrollos.

La obra creada, aunque lingüísticamente tiene el género femenino, sin embargo, va más allá del género y es el conjunto de resultados producidos por la fusión de impulsos y de objetos con sus significantes y significados en el espacio interno mental o en el espacio externo real. Quien realiza esto es el sujeto femenino y/o masculino.

El potencial o la capacidad creativa no tiene género. Sin embargo, a través de la historia, aquella se ha podido expresar más en el hombre, posiblemente porque la mujer la ha realizado más a nivel biológico.

El producto o el objeto creado conlleva la síntesis témporoespacial en la dimensión universal (biológica, del conocimiento-científico, sociocultural y artístico), plasmándose en una forma o discurso que tiene la posibilidad de comunicarse con todos los objetos (los demás); por lo tanto, no es individual sino colectivo; es así también como se logra una ruptura témporoespacial con un conocimiento en el acto de crear.

Pienso que en la creatividad en general (hombre y mujer), se repite el modelo de fusión del instinto con sus impulsos, atracciones rechazos, necesidades y deseos para re-producir y pro-crear imágenes (acústicas, visuales, lingüísticas, táctiles, olfativas y gustativas), representaciones, vivencias y fantasías, que tocan con lo universal y están en el inconsciente en forma latente; de tal forma, también se crean espacios y objetos, se llenan vacíos y se integran funciones.

La capacidad creadora libera tanto libido (impulso amoroso), como el tánatos (impulso destructivo), para crear algo nuevo diferente y distinto, transformando lo existente o plasmando las distintas formas, lo ya dado, a partir de integraciones, de sensopercepciones. Sin embargo, la creación “perse” va más allá del simple plasmar, transformar, agregar y crecer, pero todos estos participan en la creatividad prolongando así lo creado en el futuro.

En la creatividad, el sujeto, en su continente, acepta con- fusiones que integra, reconstruye, repara, redescubre y da origen a algo nuevo; por lo tanto, el Yo de la persona, en su espacio continente, repite la continencia materna y se deja fecundar en lo interno heredado y lo externo aprendido.

Antes de seguir adelante con el tema de la creatividad, individual o colectiva es necesario plantear la capacidad y desarrollo de la misma que proviene de la genéticamente heredada y derivada de la misma biología; es decir hay sujetos genéticamente creativos, independiente de los que desarrollan la creatividad por las relaciones vinculares establecidas en el medio ambiente en la primera y segunda infancia, en la pubertad y adolescencia, hasta llegar a la adultez.

Aquí es necesario hacer hincapié que, en todo este proceso, influye fundamentalmente el medio ambiente con el desarrollo natural en las relaciones vinculares.

Con respecto al desarrollo de las capacidades creativas es necesario tener en cuenta que las tendencias libidinales amorosas deben predominar a las tanáticas agresivas destructoras; las primeras son las que dan origen al objeto bueno reparador y las segundas a las vengativas, retaliadoras, malas, egoístas, ambiciosas, envidiosas, voraces y perversas. (Lee también: Planeta Rica y Las Aguas del Pital)

Si el sujeto tiene esta capacidad creadora implica que existe un objeto en el “sí mismo” o sea en el Yo interno, que proviene también del instinto primario de conservación, de integración y del epistemofílico.

Cuando hay predominio del Thánatos o fuerzas destructoras hay un desequilibrio a favor de la destrucción y/o de la creatividad negativa; de tal manera el producto es mal sano y negativo, prohijándose un antidesarrollo e involución; por eso hay que prohijar por que las fuerzas de Eros-amor predominen a las de Thánatos o estas últimas, se puedan manejar para que se cree al algo positivo, constructivo, nuevo, bueno, bello, armónico, verdadero, equilibrado y prudente.

Debemos considerar las clases y formas de la creatividad, es decir, el producto positivo y el negativo, bueno o malo; por lo tanto la creatividad puede tener dos caminos uno reparador, recreativo, constructivo, en beneficio del bien común y otro negativo, en este último caso, la mayoría de las veces, produce un mal común a la sociedad y sólo aparece en beneficio del egoísmo de un grupo minoritario; en el primer caso, el positivo, se da al bien, el desarrollo y la evolución individual y colectiva a nivel del pensamiento científico y social; en el segundo la consecuencia es la destrucción.

Al referirnos al objeto integrador, reparador creativo del “sí mismo”, implica que también puede haber fuerzas destructoras que se ponen al servicio de la creación; de tal manera, existe la necesidad de romper, destruir, cortar lo que implica también un deseo de independencia y diferenciación con libertad; así el sujeto queda libre y puede crear algo nuevo.

Cuando nos referimos a los objetos, estos pueden ser de cualidades buenas y malas; como ya se enunció en otra parte, a la vez se pueden incluir los objetos heredados que sumados a los buenos del medio ambiente e incorporados en la intimidad, se suman a los objetos reales externos, los que se van a introyectar o incluir dentro del sí mismo, estimulando la creatividad en contra del objeto malo destructor; si bien esto puede persistir y aún persiste por toda la vida, es esto lo que deberíamos manejar y controlar, para lograr el progreso y el cambio creativo, integrador tanto colectivo como individual.

Al hacer referencia a la integración, lo hacemos en relación no solamente con los objetos internos si no con los externos, los que hay que reconstruir, unir, relacionar, redescubrir, reconstruir, reconocer en unidades; es decir, crear una unidad; para que esto ocurra habría que recibir y dar, contener y ser contenido, reparar, transformar los objetos y así encontrar la unidad y fecundar algo nuevo; para todo esto se requiere además una posibilidad de jugar y recrear, del pensar, y, con ello también, como ya se expresa en otro lugar representar, ordenar, diferenciar, comparar, analogar, relacionar, redescubrir y reconocer; todas estas funciones hay que complementarlas con la educación y formación; cuando se ponen estos factores en función interactúan y participan unos con otros, y se puede conseguir la unidad.

La unidad es la posibilidad de llegar a la creación positiva, física, psicológica, económica, histórico social, artística o científica; sin embargo, repitámoslo una vez más, se requiere de la educación, la justicia, con credibilidad, seguridad, verdad, a la vez que el trabajo, el orden y la libertad, con un diálogo participativo colectivo. De la misma manera en la creación hay que crear un orden, establecer diferencias, analogías comprensiones y también volver a redescubrir las unidades antes mencionadas.

Cuando nos referimos a la creatividad también tenemos que detenernos a considerar el tiempo y el espacio. Luego debemos adentrarnos en el psicoanálisis aplicado con los hechos mentales y centrarnos en la creatividad como el acto de la creación en el hombre y la mujer (la cual es, por cierto, lo más bello que conocemos en la naturaleza y en nuestro planeta).

Así, la creatividad aparece en el ser humano como un recurso que le permite acompañarse, consolarse ante el adiós definitivo que algún día debe dar a la vida (lo cual implica, naturalmente, el aceptar la muerte).

Es muy posible que en todo ser humano exista un artista, mas no un genio. El individuo creativo no sólo utiliza el arte como defensa ante la muerte, sino que además se deja llevar libremente por ese impulso de repetir la maravillosa vida que proyecta en sus realizaciones.

La creación nos da asimismo la sensación de estar vivos, más allá de la piel, en nuestro macro y microcosmos, sin hacernos la ilusión de la inmortalidad.

Mis curiosos y desprevenidos (o prevenidos) lectores podrán echar de menos algunos detalles que se omitieron deliberadamente y otros que se disiparon en los espacios de mi inconsciente. Sin embargo, traigo a colación el puente que hay entre la ciencia, el conocimiento y la intuición, puente que permite llegar a la creación artística. Como hitos importantes de este proceso destaco los mitos, algunos de los cuales revelan el “temor al conocimiento”.

Cada ser humano tiene sus propias fuentes de creación. Así también sucede con su posibilidad, libertad y responsabilidad. Podríamos pensar que la creación es infinita y que cada artista tiene sus formas particulares de hacerlo. Esta obra es sólo intento de penetrar en el mundo creativo.

En el texto se verán algunos pensamientos simples y otros complejos. Muchos de ellos se pierden dentro de la trama de los mecanismos que llevan a la creatividad. A veces ofrezco interpretaciones de los hechos mentales dentro de un contexto psicodinámico, y otras veces con el sentido profundo del ser.

Cada lector podrá realizar las interconexiones que desee y adelantar intentos de interpretación que enriquezcan las posibilidades humanas de explicación, para llegar así a un entender, saber, comprender y conocer desde otra perspectiva.

En 1930, a la edad de cuatro años, inicié mi vida consciente continua con una serie de preguntas. Se referían al mundo circundante, y específicamente a cómo nacían el agua, las plantas, las flores, las aves, las nubes, el sol y la luna, el día y la noche, a la vida y a la muerte. Muchas de esas preguntas y sus respuestas aludían a Dios. Cuando preguntaba qué era Dios, se me respondía que era un ser omnipotente que había creado todo lo que conocíamos: el universo.

Fueron pasando los años, y seguía haciéndome las mismas preguntas. Como las respuestas no me satisfacían, traté de comprobar en la realidad externa el nacimiento de vegetales y animales. Por ese entonces ya conocía y era evidente que mis hermanos habían sido hechos en el vientre de mi madre, semejante a lo que ocurría con otros animales, los cuales dentro de su cuerpo tenían los dos simientes de la vida.

Mi curiosidad avanzaba, y las preguntas sobre todo lo que veía a mí alrededor me acompañaban a cada rato. Por eso pedí que me llevaran al nacimiento de las aguas en la montaña, y a ver cómo de las flores aparecían frutos que contenían semillas. Era, en fin, un niño que pensaba, y pensaba además cómo se hacían los pensamientos, que se mezclaban con fantasías y sentimientos.

Diversas respuestas me llevaron a concluir que debía estudiar y aprender a través del conocimiento de los otros. Así me convertí en un estudiante de la vida física y psíquica, y, como los lectores pueden suponer, en el estudioso de la creación del universo.

Desde entonces han pasado más de siete décadas, y sigo como un estudiante ignorante de muchas respuestas. Sin embargo, he llegado con humildad de ingenuo iletrado a ciertas preguntas que los filósofos se han hecho a través de los milenios.

Por ejemplo, me he preguntado si la creación se realiza a partir de algo “preexistente” o de “la nada”. La respuesta a esta pregunta podría ser muy fácil, puesto que si hubiera algo preexistente, de ahí se partiría a la creación, y si fuera de la nada, la nada ya implicaría “algo”.

Aquí la cuestión se nos complejiza (y al mismo tiempo se nos simplifica) con el concepto de Dios, porque si Dios es preexistente, omnipresente y parte de la nada, puede crearlo todo: materia, energía, fuerza, luz. Sin embargo, preguntémonos desde la ciencia actual (año 2003): ¿qué es Dios? ¿Será que es un supuesto lógico continuo y ancestral para la explicación de lo desconocido?

En otras palabras, ¿nos será más fácil conceptuar toda esa posibilidad de la creación en un ente al que llamamos Dios, que es infinito, puesto que así es el universo?, ¿es aquel el todo y la nada al mismo tiempo? ¿y antes de Dios qué?

La respuesta puede responderse fácilmente, puesto que si concebimos a Dios, no hay antes y después, tampoco allá y más allá, porque todo es infinito y hasta ahí llegan nuestras respuestas, de tal forma llegamos al concepto y a la sensación de Dios, a la posición que yo asumo: la agnóstica.

En este punto es necesario que nos planteemos que los universos conocidos (o el universo conocido) tienen sus límites de conocimiento (de ahí también el cálculo de probabilidades infinitas). De una u otra manera llegamos al todo y a la nada. Si es el todo, le podemos dar el nombre de Dios.

Si es la nada también, porque es un supuesto conceptual, explicativo e interpretativo humano. En efecto, el “ente” Dios conjuga el todo y la nada. Todo esto es una elucubración intelectual que toca con la filosofía, la teología y la física, disciplinas que no son de mi especialidad.

De todas formas, desde el punto de vista de la física surge la pregunta de cómo se crearon los átomos, los electrones, los protones, los neutrones, los neutrinos, los adrones, y las ciento cincuenta y tres partículas subatómicas cargadas de energía cuyas funciones desconocemos.

  1. ¿Cuáles fueron las leyes por las que se integraron los diferentes átomos?
  2. ¿Cuáles fueron las causas, motivaciones y la fuerza para que se organizaran las moléculas?
  3. ¿Qué produjo los ordenamientos de la geosimetría de la naturaleza en donde aparece como si fuera una “mente” o mejor un “ente” no conocido sino por sus derivados que ordena y crea?
  4. ¿Por qué se presenta la simetría de los hexágonos de las células de Bernard en las partículas de metal con la entropía?
  5. ¿O también por qué el grafismo de los fractales, los resultados de los atractores fijos, periódicos y extraños, los fenómenos de autoorganización, las rupturas de la simetría y la bifurcación, los estados de equilibrio y desequilibrio cerca o lejos de él, los estados caóticos o las estructuras disipativas?
  6. ¿Además por qué el fenómeno de la simetría formal y colorimétrica en toda la geometría universal y en especial la de nuestro planeta tierra y sus diferentes minerales, vegetales y animales?
  7. ¿Y También por qué las órbitas de los electrones se mantienen o cambian para conformar moléculas específicas?
  8. ¿Finalmente, por qué la mayoría de las galaxias son concéntricas y tienen direcciones y movimiento, se expanden, se crean formando simetrías, pasando por asimetrías?
  9. ¿Qué y cómo es la fuerza cósmica que la ubicamos en materia y energía negativa? ¿Acaso las flores fueron creadas como las notas regadas en la tierra que nos hacen sentir la música y colores y que también nos mantienen vivos?
  10. Por ejemplo, ¿qué fuerzas atractoras y reconocedoras de átomos y electrones configuraron la molécula del agua, los dos átomos de hidrógeno y uno de oxígeno?
  11. ¿Cómo entraron en la órbita de los núcleos del oxígeno los electrones del hidrógeno con sus cargas positivas y negativas, aceptación y rechazo?
  12. ¿Por qué la biología a escala mineral, vegetal y animal tienen esos atractores para configurar distintas formas, colores y funciones y así atraer, rechazar o mimetizarse ante el deseo o el temor?.

De una u otra forma, el hecho es que luego de millones de años de evolución nos encontramos con la organización de la vida humana, que es la maravilla más grande que conocemos en nuestro planeta. Sin embargo, sabemos que en la misma galaxia y en otras pueden existir formas de vida semejantes (o muy diferentes).

Conocemos por nuestra tecnología que constantemente se generan nuevas galaxias, nuevos mundos que ya millones de años atrás nacieron, es decir, solamente vemos en el presente un pasado que se produjo millones de años luz atrás.

De todas formas aparecen la materia y la antimateria; las fuerzas gravitacionales, electromagnéticas y nucleares; la concepción del universo curvo, el inflacionario y el contráctil; las novas, las supernovas y los huecos negros (que no son negros, sino que tienen también luz).

Podríamos preguntarnos nuevamente: ¿qué es lo que da origen a la Creación? Las respuestas de las religiones judaica, budista, taoísta, islámica y cristiana (entre otras), además de las de muchos filósofos y científicos, llevan al concepto de Dios.

Dichas respuestas implican además conceptos filosóficos sobre transformación, emanación, extracción, aparición, repetición y otros más que de todas formas nos llevan, querámoslo o no, al presupuesto de un algo incomprensible que mueve el cosmos. Ese algo no conocible, repitámoslo una vez más, es lo que llamamos Dios. Algunos filósofos y teólogos conciben a Dios como un “ser” que “existe”, que tiene sustancia, y aun se

refieren a Él o a esto como “materia invisible”. Cuando le damos la categoría de “sustancia de ser y existir ” le es- tamos dando la connotación de materia y aun de con- ciencia global que funciona unitariamente.

Sin embargo, si lo concebimos como “ser ” y “no ser “, el todo y la nada, la existencia y la no existencia, lo consciente y lo inconsciente, la materia visible e invisible (que tiene sus leyes cósmicas determinadas, las cuales producen masa, energía, fuerza, movimiento y luz, y que tiene entre sus manifestaciones la energía vital que ordena y que termina en un desorden y caos), llegamos a la teoría de la complejidad.

La palabra Dios se reduce así a una concepción humana mítica acuñada por medio de la identificación proyectiva, con la cual se construye la frase “Dios hizo al hombre a Su imagen y semejanza”.

De ahí que en el diccionario de la Real Academia Española se defina “crear ” como producir algo de la nada, y se afirme que Dios es “el Creador “.

Aquí nos ubicamos en los dos tipos de creación: la cosmológica, que incluye al hombre, y la que el hombre es capaz de hacer a través de elementos existentes. Con estos elementos el hombre crea formas, colores, ideas, conceptos, yuxtaposiciones, interrelaciones y adicciones.

Con ellos llena vacíos, construye sentidos y significados, reduce objetos a ideas (y viceversa), crea contenidos, métodos, y aun sentidos y significados distintos para darse caminos de explicación e interpretación de la propia existencia.

Más aún, el hombre ya llegó a la clonación y a ser capaz de crearse o replicarse a sí mismo. Sin embargo, no parte de la nada. De todas maneras, se están haciendo las investigaciones para conocer cómo a través de cargas eléctricas se pueden crear masas (materia), pero partiendo de la energía, que implica también una masa.

Entendamos que toda esta estructura conceptual, que proviene de las leyes de causa y efecto, puede aparecer hoy en día (siglo XXI) como un fragmento de un todo. Es posible que más tarde sea reconocida como sólo una parte de la realidad, de manera que en sí misma sea una distorsión de lo real.

En efecto, las concepciones científicas actuales nos llevan a comprender que todos los fenómenos son de origen multicausal, multideterminado y complejo, y que lo físico, químico y biológico interactúan con lo psíquico, socio-político-económico e histórico en el macro y microcosmos.

Así nos encontramos con las leyes de acción y reacción, aceptación y rechazo, desconocimiento, reconocimiento y conocimiento. Hallamos el conocimiento por la evidencia o por sus derivados.

Nos vemos confrontados con los conceptos de límite y de sin límite, así como con las leyes de vibración, cohesión, desintegración, correspondencia (o de analogías), control magnético, fijación, economía, análisis y síntesis, creación, nacimiento, apariencia, evolución, involución, vida y muerte.

Nuestro pensamiento científico ha ido evolucionando a través de los siglos, como lo enuncio en mi obra Psicoanálisis y la teoría de la complejidad (2002).

En el siglo XIX imperó primero el idealismo romántico y luego el positivismo evolucionista, cuya hipótesis presumía la noción de progreso, que había sido construida en el siglo XVIII con la Ilustración. Puede decirse que el siglo XIX fue el siglo del mundo natural.

En el siglo XX predominaron el desarrollo dialéctico y la evolución o desarrollo natural con la ciencia y la tecnología. De esa manera, idealismo romántico, Ilustración, formación gradual y progresiva y unidad de contrarios llegaron a la comprensión de la complejidad y al concepto de que la creación y la transformación de la materia son procesos continuos dentro de una evolución emergente caracterizada por transformaciones disipativas y complejas.

Todas las líneas anteriores impulsan al lector a la explicación de que la creación es hecha por un “Creador ” que tiene pensamiento, conciencia y capacidad para crear.

En esta obra no me voy a dedicar a la creación del universo y de nuestro planeta Tierra, ni tampoco a la creación del hombre, sino a la que este último puede hacer en el arte. Intentaré asimismo dilucidar cómo puede llegar a hacerlo.

Para tal efecto me valgo no solamente de las teorías psicológicas psicoanalíticas, sino también de la experiencia clínica y de cómo el ser humano va ordenándose en forma armónica para crear unas nuevas dimensiones de expresión, no sin pasar por desórdenes disgregadores, confusos y caóticos.

Entendamos que las creaciones de la naturaleza, que sur- gen de procesos caóticos de innumerables partes interconectadas, configuran un todo armónico que también podemos construir a través de la ordenación matemática, de forma no lineal y geométrica. El arte, en este contexto, estaría más allá de los fractales o de los atractores extraños de Lorenz. Sin embargo, muchos estudiosos de estos temas hacen analogía entre estos productos forma- les y el arte.

Desde mi punto de vista, el arte proviene del hombre a través de su propia ordenación y desordenación, la cual a su vez da lugar a un nuevo orden. Es así como también los artistas crean concordancias y discordancias, armonías y disarmonías; o bien consonancias y disonancias, autosemejanzas y diferencias con modelos propios.

Entre estos modelos se incluye la multiplicidad de nociones, pensamientos, abstracciones y afectos que evocan armonías de nuestro universo interno o externo. Así podemos entrar a la ciencia que trata de la belleza y de la teoría fundamental y filosófica del arte: la estética. (Habría que distinguir entre lo artificial y lo natural, lo viejo y lo nuevo, los sujetos y los objetos, lo racional y lo irracional, lo singular y lo general, lo cierto y lo incierto, lo resonante y lo disonante.)

Tengamos en cuenta que al arte lo entendemos como el acto (o facultad) mediante el cual el hombre; valiéndose para el propósito de la materia, la imagen o el sonido, imita y expresa lo material o inmaterial; y crea así “algo”, copiando del mundo externo o interno la fantasía en formas que se perciben armónicas y disarmónicas, con simetrías y asimetrías.

La facultad mencionada la tiene la psiquis (el alma), que es el conjunto de funciones mentales que se organizan en el cerebro; en el llamado aparato mental. Los diccionarios de las diferentes lenguas nos refieren en sus primeras acepciones a que mente y psiquis; pertenecen al alma (principio de vida) y en segundo lugar a los procesos y funciones que se desarrollan en el cerebro en forma consciente e inconsciente.

De tal manera que la mente y la psiquis serían el resultado de todos esos fenómenos que aparecen en la consciencia, en el inconsciente; (pensamiento y fantasías) y que a la vez tienen que ver con los deseos, los instintos, las necesidades y las diferentes pulsiones. (Véase mi obra Modelos psicoanalíticos: arquitectura y dinámica del aparato mental, 2002).

Desarrollaré esta obra empleando las teorías del conocimiento y su relación con el psicoanálisis; así como con la ciencia, la validez, el determinismo y la intuición en el proceso del conocimiento psicoanalítico; este último en relación con la literatura, el arte, la psiquis, la vida y la muerte, la estética; (temas y términos que se definirán y aclararán a lo largo del texto); obviamente no se alude, ni se intenta hacer referencia en ningún momento, a la crítica del arte.

Tampoco penetro en el análisis del descubrimiento científico, el cual también tiene sus peculiaridades; que se refieren a la capacidad del científico y del sentido común en la observación en los hechos en las relaciones; o conexiones: o experiencia consecutiva para tomar otras medidas de comprobación, cálculo u otros hechos e interrelacionar los unos con otros; o las “ocurrencias” en cualquier momento de la cotidianidad despierta o soñante o fuera de la realidad lógica.

De estos pasos de investigación y descubrimiento con sus diferentes métodos no me voy a ocupar, ni intento penetrar en la personalidad del científico; creador o de la psicohistoria, pues este no es mi propósito, sin embargo, no podemos desconocer cómo científicos y creadores.

Por ejemplo Einstein soñó volar en un rayo de luz y encontró el universo curvo; o cómo Newton descubrió la gravedad con la caída de la manzana del árbol; o Arquímedes dentro del agua descubrió la densidad de los cuerpos, cómo Luis Pasteur descubrió los procesos de fermentación por accidente; y lo mismo Alexander Fleming la penicilina, así muchos otros.

En esta obra intento descubrir y describir ciertos orígenes de los estético y de lo bello, el mecanismo de sublimación; así como las fuentes, los fines y objetos de la creación artística, el juego, la reparación, la sexualidad, la comunicación, el lenguaje, las fantasías y las ansiedades. Trataré, igualmente, la enfermedad mental en el artista y el enigma de la creación.

A lo largo de la obra no haré referencia a los mitos y al temor al conocimiento; puesto que esto lo desarrollo en la obra próxima a publicar “Psicoanálisis mitos y dioses”; sin embargo me ocupo de las temáticas del tiempo, el espacio, la creatividad y el psicoanálisis aplicado a diferentes hechos mentales, haciendo hincapié en el proceso y el acto creador.

Plantearé algunas ejemplificaciones del psicoanálisis clínico en mi experiencia de cincuenta años en el proceso pictórico y en otros procesos creativos; como en el cine, la escultura, la poesía y en especial a algunas consideraciones sobre los maestros Picasso, Botero, Obregón, Pancorbo, C. Di Fiore y otros en los cuales me sumergí; con la comprensión psicoanalítica para vivirlos por dentro y darles alguna interpretación a sus hechos mentales proyectados en las obras; de tal manera surgen también algunas interpretaciones sobre el origen de la creatividad en las relaciones vinculares primarias.

Se transcribe la apreciación de una artista que ha trabajado en escultura, pintura y poesía; a la vez que creció dentro de un ambiente propicio para el desarrollo de “sí misma” que nació y se diferenció para el arte; esa persona es mi hija Ivonne Sánchez Barea.

Finalmente, incluiré trabajos de colegas psicoanalistas y académicos que se refieren a la literatura, la ópera, el narcisismo, la pintura; los llamados “objetos muertos” en la historia y en la literatura, y el análisis aplicado a ciertos artistas del siglo XX. El tema sobre “duelo, música y poesía” aparecerá en otra obra.

Espero del lector su benevolencia y paciencia para dejarse sumergir lentamente dentro del texto; que en ocasiones, al principio, aparece árido y abstracto debido a los conceptos que se utilizan; sin embargo a medida que se avanza, aquellos lectores que requieren de hechos reales concretos y evidencias de los psicodinamismos mentales; encontrarán al artista, a la temática, y a la maravillosa obra que el sujeto creador realiza; con una observación de distintas perspectivas, que atraen y en ocasiones nos seducen; o hacen comprender más allá de la piel superficial, más cuando los que escriben y aportan; son sujetos que llevan años de pensar en el tema.

El que escribe estas letras no pretende que esta obra sea un “best seller ” o dedicada a todos; sino más bien está dirigido a los curiosos que estén interesados en algo más allá de lo obvio; y deseen interrelacionar la psiquis con la creatividad, el arte y en especial la literatura y la pintura.

La expectativa es que el avezado y curioso lector se permita imaginar o buscar los colores de las obras; con ayuda de la tecnología en “Internet “. Sin embargo, y a pesar que lo logre siempre nos encontraremos con lo que Platón en la República; en los diálogos de Sócrates con Glaucón escribe: “no hay duda de que… no tendrán por real ninguna otra cosa más que las sombras de los objetos fabricados,…”.

He ahí como estamos muy lejos del conocimiento real y verdadero. Así nos quedamos con las apariencias en lo real y lo virtual; todo para hallar la armonía y la belleza, la primera de las cuales es la vida; y la segunda es la que el hombre intenta realizar al reordenar el afuera con el arte; en el cual participan una serie de fenómenos y funciones neuropsíquicas córticotálamo, cerebélico hipotalámica, hipotálamo corticales; las que permiten ordenar los objetos externos.

El hecho psíquico, como ya se expresó anteriormente, se construye en la necesidad psíquica interna; en un escenario y bajo los procesos del consciente y del inconsciente, produciéndose a la vez un fenómeno concreto; es decir que toma subsistencia propia con manifestaciones universales particulares e individuales; el hecho psíquico por lo tanto implica también lo consciente y lo conocido por la consciencia (conocimiento), a la vez que lo inconsciente y desconocido.

La consciencia, como se expresó anteriormente; hay que entenderla como el acto psíquico en el aparato o el espacio mental; en el que se realiza el conocimiento y en donde se experimenta la vivencia del hecho psíquico.

Los “hechos psíquicos” como fenómenos mentales conllevan experiencias sensoriales reales e irreales, conocidas y desconocidas pero con posibilidad de conocimiento. De la misma manera, aquellos se conectan o relacionan unos con otros; en algún momento en forma dependiente o independiente, o por oposición; o con una funcionalidad de unidad global que determina la realidad interna psíquica.

Se puede inferir, entonces; que en el puente entre somapsiquis se encuentran todos los mecanismos que organizan e integran la consciencia; como otro hecho psíquico proveniente de toda la interrelación neuroquímica, que produce estímulos e integra sensopercepciones; para conocer, reconocer, aprender, tener conciencia que se conoce, pensar pensamientos.

En otras palabras es la unidad cuerpo-mente con y en sus interrelaciones e interfunciones; con las que se construye el puente de comprensión entre esos dos mundos físicos y mentales; y que en el fondo nos encontramos con la materia y la energía con todas sus complejidades; (ver obra del autor Psicoanálisis y la teoría de la complejidad, 2002).

Es bien conocido cómo el cerebro evolucionó progresivamente para llegar al del hombre; programándose cada vez más, con sus diferentes reacciones ante el entorno y evolucionando mediante la experiencia.

A la vez el cerebro tiene sus diferentes vías que se interrelacionan para producir hechos psíquicos, controles, funciones; de las ya nombradas áreas corticotalamo, cerebelo, hipotalámicas, las que implica neurotransmisiones químicas; que permiten asociar e integrar funciones del sistema activoreticular límbico; con sus modelos de conducta y emociones neuromusculares y capacidades de reacción a estímulos internos y externos; todo esto está estudiado por las neurociencias.

De una u otra forma el arte tiene sus ciclos; de acuerdo con la historia de las civilizaciones, las situaciones que se presenta entre guerras, cambios políticos, sociales, económicos, ideologías, costumbres y escuelas predominantes; que influyen en la producción creativa del hombre; sin embargo, el arte es perenne y sin fronteras; todos deseamos que se funda con “el todo” y la inmortalidad*.

NOTAS DEL AUTOR

1. En las doctrinas budistas (siglo VI a. de J.C.) y la mitología in dia, brahma significa; “principio de fuerza eterna e infinita, que creó y mantiene el cosmos”.

Más tarde, Brahma pasa a ser considerado como un dios masculino, jefe de todos los dioses; que forma, junto con Siva y Vichnú, una trinidad o ser divino de tres aspectos (semejante al de la religión cristiana).

Los brahmanes, que vienen del sánscrito brahmana, eran hombres de la casta sacerdotal (la más alta); dedicada al sacerdocio y al estudio de los libros sagrados de su religión. Traigo esta cita porque en estas doctrinas aparecen muchas de las leyes de la física actual; y del pensamiento complejo, por lo que podemos inferir que el pensamiento científico pasó primero por un pensamiento intuitivo.

Así fue como se llegó a los conceptos de energía universal, fuerza, materia, movimiento giratorio, poder discriminatorio; capacidad de desarrollo, mente, a la ley de la diferenciación, lo absoluto, lo desconocido, la mente universal; la conciencia (conciencia de sí, colectiva y universal), el vínculo y los vínculos, Yo, no-Yo, el pensador y lo pensado, la dualidad de lo objetivo; lo geométrico, lo cosmológico, los ciclos, la actividad y el reposo, la inercia, lo subjetivo; el “yo soy”, “yo soy ese”, “yo soy, ese yo soy”, las limitaciones, la luz y el concepto Dios.

Si bien las analogías pueden no ser exactas en detalle, sí nos ofrecen ciertas correspondencias fundamentales con la física cuántica.

Lo que podemos criticar en ellas es el cálculo, ya que en esas escrituras brahmánicas; se afirma que el átomo físico contiene en su periferia catorce mil millones de átomos arquetípicos, que se manifiestan como uno solo.

Es importante señalar que seguimos en una serie de incógnitas con respecto a las cargas eléctricas de electrones positivos y negativos; y cómo pueden funcionar (o funcionan) en el origen de la vida.

Esta teoría brahmánica nos explica desde la física la existencia del alma y del espíritu. Quien desee consultar sobre este tema podrá referirse al Tratado sobre fuego cósmico de Alice A. Bailey, Edito- rial Kier, Buenos Aries, Argentina, 1951.

2. El hombre como una perfección estética de la vida. La estructura del ADN por sí sola es una prueba de la arquitectura molecular armónica; por eso se dice que el mayor y mejor artista es Dios, o lo que se entiende por Dios.

REFERENCIA BIBLIOGRÁFICA
  1. Rev. Credencial, Enero/1994, Edición 86.

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